viernes, 28 de octubre de 2011

La desnudez del alma

P. se duchó larga y tendidamente. Le gustaba enjabonarse cuidadosamente el pelo y sentir el agua casi hirviendo sobre la espalda, inhalando el vapor y entrando en un pequeño trance sensorial. Terminó y fue a vestirse. Estaba ante un gran espejo y las gotas caian sobre su piel desnuda dibujando sus formas femeninas.
Se miraba y se imaginaba qué sudecería si su nariz aumentase un milímetro diario. ¿Cuántos días tardaría su cara en no parecerse a sí misma?
Y si las distintas partes de su cuerpo empezasen a aumentar y disminuir de tamaño hasta que P. dejase por completo de parecerse a sí misma, ¿seguiría siendo ella, seguiría siendo P.?
Claro. Aunque P. no se pareciese en nada a P. , su alma, dentro, seguiría siendo ella misma y lo único que ocurriría sería que observaría con asombro lo que le pasaba a su cuerpo.
Pero entonces, ¿ qué relación hay entre P. y su cuerpo? ¿ tiene su cuerpo algún derecho al nombre de P.? Y si no tiene derecho, ¿a qué se refiere el nombre? ¿sólo algo incorpóreo, inmaterial?
Estas son el tipo de preguntas que se hace P. desde que era niña. Y es que la preguntas verdaderamente serias son aquéllas que pueden ser formuladas por un niño, ingenuo, puro. Sólo las preguntas más ingenuas son verdaderamente serias. Son preguntas que no tienen respuesta. Una pregunta que no tiene respuesta es una barrera que no puede atraversarse. Es decir: precisamente las preguntas que no tienen respuesta son las que determinan las posiblidades del ser humano, la existencia del ser humano.

domingo, 16 de octubre de 2011

Pensamientos desvariados en un tren


La realidad volvió a su estado natural reclamando lo que por ley era suyo y el paréntesis espacio-temporal en el que había vivido los días anteriores se esfumó como lo hace el humo de un cigarrillo al consumirse lentamente.
Un reflejo en la ventanilla le devolvía una mirada insolente que conocía al dedillo, eran sus propios ojos con forma de almendra los que le miraban fijamente. La mirada en cuestión no pretendía ser insolente, nacía dentro de ella una fuerza que le prohibía llorar, y menos públicamente y que le impulsaba a sonreír consiguiendo una mueca forzada, pero con la certeza de saber que las cosas se estaban haciendo bien.
Su apariencia era justamente la de una persona que se había dedicado a los placeres terrenales durante días y los síntomas eran claros: el pelo formaba hebras sueltas y estaba sucio a pesar de habérselo lavado el día anterior, ni pizca de maquillaje por lo que sus ojeras eran más que evidentes, tenía el estómago vacío de no desayunar y había malcomido pasta… La pasión cobra su parte y a pesar del desgaste físico, con tan sólo una caída de pestañas el espectáculo vuelve a empezar y así vamos.
La química no tiene explicación, no sabes por qué pero esa persona te entiende, en mayor o menor medida, y se cuela en tu mundo de ideas abstractas, de monólogos sobre cómo salvar el mundo, de íntimos secretos jamás confesados anteriormente, de paisajes pintados a base de mucha imaginación, de música resonando por cada recoveco, de miedos perdidos, de puertas cerradas y de ventanas abiertas de par en par.
Déjate llevar y baila esta pieza. Solo nosotros podemos ponerle fin o bailarla para siempre.