domingo, 13 de noviembre de 2011

lunes, 7 de noviembre de 2011

Húmedas sensaciones

Algo tendrán que contar las calles que anduvimos, los pantalones rotos de andar tirados por los suelos dándonos más besos que estrellas hay en el cielo, los bares que cerramos y de los que nos echaron por escándalo público en la intimidad.

Me dabas de beber versos envenenados de astuta sabiduría, me estremecías el cuerpo con manos expertas en la materia de lo carnal, me dormías leyendo a Cortázar y me abandonabas a la mañana siguiente con un simple "tengo cosas que hacer" a lo que yo siempre respondía interiorme con un "siempre tienes cosas más importantes que hacer".

Las pasiones tienen fecha de caducidad a la largo plazo y de las horas muertas enredados entre las sábanas empapados de miradas húmedas al adiós bajo negras gafas de sol sólo hay un paso. Y así fue.

viernes, 28 de octubre de 2011

La desnudez del alma

P. se duchó larga y tendidamente. Le gustaba enjabonarse cuidadosamente el pelo y sentir el agua casi hirviendo sobre la espalda, inhalando el vapor y entrando en un pequeño trance sensorial. Terminó y fue a vestirse. Estaba ante un gran espejo y las gotas caian sobre su piel desnuda dibujando sus formas femeninas.
Se miraba y se imaginaba qué sudecería si su nariz aumentase un milímetro diario. ¿Cuántos días tardaría su cara en no parecerse a sí misma?
Y si las distintas partes de su cuerpo empezasen a aumentar y disminuir de tamaño hasta que P. dejase por completo de parecerse a sí misma, ¿seguiría siendo ella, seguiría siendo P.?
Claro. Aunque P. no se pareciese en nada a P. , su alma, dentro, seguiría siendo ella misma y lo único que ocurriría sería que observaría con asombro lo que le pasaba a su cuerpo.
Pero entonces, ¿ qué relación hay entre P. y su cuerpo? ¿ tiene su cuerpo algún derecho al nombre de P.? Y si no tiene derecho, ¿a qué se refiere el nombre? ¿sólo algo incorpóreo, inmaterial?
Estas son el tipo de preguntas que se hace P. desde que era niña. Y es que la preguntas verdaderamente serias son aquéllas que pueden ser formuladas por un niño, ingenuo, puro. Sólo las preguntas más ingenuas son verdaderamente serias. Son preguntas que no tienen respuesta. Una pregunta que no tiene respuesta es una barrera que no puede atraversarse. Es decir: precisamente las preguntas que no tienen respuesta son las que determinan las posiblidades del ser humano, la existencia del ser humano.

domingo, 16 de octubre de 2011

Pensamientos desvariados en un tren


La realidad volvió a su estado natural reclamando lo que por ley era suyo y el paréntesis espacio-temporal en el que había vivido los días anteriores se esfumó como lo hace el humo de un cigarrillo al consumirse lentamente.
Un reflejo en la ventanilla le devolvía una mirada insolente que conocía al dedillo, eran sus propios ojos con forma de almendra los que le miraban fijamente. La mirada en cuestión no pretendía ser insolente, nacía dentro de ella una fuerza que le prohibía llorar, y menos públicamente y que le impulsaba a sonreír consiguiendo una mueca forzada, pero con la certeza de saber que las cosas se estaban haciendo bien.
Su apariencia era justamente la de una persona que se había dedicado a los placeres terrenales durante días y los síntomas eran claros: el pelo formaba hebras sueltas y estaba sucio a pesar de habérselo lavado el día anterior, ni pizca de maquillaje por lo que sus ojeras eran más que evidentes, tenía el estómago vacío de no desayunar y había malcomido pasta… La pasión cobra su parte y a pesar del desgaste físico, con tan sólo una caída de pestañas el espectáculo vuelve a empezar y así vamos.
La química no tiene explicación, no sabes por qué pero esa persona te entiende, en mayor o menor medida, y se cuela en tu mundo de ideas abstractas, de monólogos sobre cómo salvar el mundo, de íntimos secretos jamás confesados anteriormente, de paisajes pintados a base de mucha imaginación, de música resonando por cada recoveco, de miedos perdidos, de puertas cerradas y de ventanas abiertas de par en par.
Déjate llevar y baila esta pieza. Solo nosotros podemos ponerle fin o bailarla para siempre.

domingo, 21 de agosto de 2011

Un café con sal, por favor.

Los reuní a todos en la sala de estar a las ocho en punto. Ni un minuto más ni un minuto menos tardaron en aparecer con aspecto aparentemente relajado pero se notaba cierta incertidumbre en sus ojos y sus gestos eran tensos porque, aunque creían que no les veía, se retorcían las manos detrás de la espalda.

Llevábamos años juntos, a mi pesar, aguantando sus bromas pesadas, ya que eran muy amigos del destino y me hacían pasar malas pasadas. Sus incordiantes visitas a altas horas de la madrugada cuando mi vulnerabilidad está a flor de piel aprovechando mis puntos flacos pero ya estaba más que harta. Esto tenía que acabar.

Ya les había puesto un ultimátum tiempo atrás pero como quien oye llover, me habían ignorado a pesar de haberles abierto expresamente la puerta para que salieran de mi morada. Ellos seguían en el umbral desnudando el ruido de mi mente sin la menor intención de partir.

"¿Por qué no desaparecéis y me dejáis en paz de una maldita vez?" me repetía una y otra vez cada vez que hacían su aparición estelar en medio de la calle, en la intimidad de mi cuarto, en los libros con dedicatorias de promesas perdidas, en el café de la esquina alumbrado únicamente con farolillos rojos y naranjas, en las bibliotecas de segunda mano llena de polvorientos libros abandonados a su suerte cual perro callejero.

Esta situación se ha pasado de la raya, no puedo permitirme acogerlos durante más tiempo.

Me enfrenté a mis demonios internos frente a una taza de café pero su sabor no dejaba el peculiar gusto de amargura y dulzura entremezclada sino que sabía a fuerza, valentía. Fue entonces cuando comprendieron que ya no tenían nada que hacer, que la batalla había terminado tiempo atrás y que nada les ataba a mi cuerpo, a mi mente.

martes, 16 de agosto de 2011

Adiós bohéme, adiós.

Y se cansó. Se cansó de los besos de papel, de las mentiras disfrazadas, de los encuentros a medias, de la piel tersa llena de marcas ajenas, de los constantes desplantes por la noche, de la farsa de un mundo cartón piedra, de los labios tóxicos, del corazón lleno de arena, de la cabeza siempre  triste.